La soledad, para muchos, no es una sensación desagradable. Para muchos significa tranquilidad y encuentro con ellos mismos.
Pero hay momentos y momentos. A veces nos sentimos amenazados, maltratados, recibiendo una injusticia real.
Es en esos momentos en que la soledad de no contar con alguien cerca puede pesarnos. No tener alguien que te escuche, que te entienda, que de ofrezca una idea o un apoyo.
Y es en esos casos en que deberíamos pensar y sentir que nunca estamos realmente solos, que hay un Dios que nos ama y no nos abandona.
Es Dios, que no te dice : Tú no pienses, pensaré yo. Ni : tú no actúes, actuaré yo.
Tú piensa, tú actúa, pero ya sin miedos o sin iras.
Porque estará cerca a ti, entendiéndote, aconsejándote y dándote fuerzas. Si tú haces lo que a Dios le gusta, ¿cómo crees que te va a abandonar?, si no abandona a nadie.
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