Pero sabemos que no podemos protegerlos más allá de ciertos límites. Sabemos que viven sus vidas y cometen sus propios errores.
Olvidarlo es condenarnos a sufrir constantemente.
Somos responsables, enseñamos, acompañamos, vigilamos y aconsejamos. ¡Pero no podemos hacer nada más por nuestros seres queridos!
Los peligros existen y la posibilidad de sufrir sus riesgos también existe. Tanto nosotros mismos como las personas que amamos estamos expuestos a ellos, ¡esa es la vida real!
Vivir angustiándonos no nos ayuda y tampoco ayuda a las otras personas.
Si ya advertimos y si ya enseñamos, lo que nos corresponde es tratar de no perder la paz.
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